lunes, 10 de marzo de 2014

Segunda tarea

¡Lo encontré! O eso creía… ¿Serían verdad las historias que mi anciano abuelo nos contaba a mi hermano y a mí? Estoy casi seguro que sí… tenía que comprobarlo y no quedarme con la duda.
Desde que tengo memoria mi abuelo nos contaba las hazañas del Capitán Palabra de Palo; decía que una vez perteneció, como simple grumete, a su navío, “era precioso, un navío de tres cubiertas con arboladura a palo seco, totalmente aparejado y armado, con 104 cañones de bronce montados en cureñas a la inglesa, pintadas de rojo y situadas en posición de tiro delante de las bordas”. Grandes fueron las aventuras del capitán y conocido por los siete mares era su tesoro, lleno de oro y joyas, más grande de lo que ninguna persona pueda imaginar.
Ocultó el tesoro en una pequeña isla del mar Caribe y sólo él y su tripulación conocían su paradero. Pero Palabra de Palo, “el mejor capitán que ha surcado los mares, muy generoso y solidario con sus amigos y compañeros” decía mi abuelo, sucumbió a la codicia que le generó tener tanto oro, perdió la cabeza…
Después de hacerse con más botín, como siempre, se dirigió con su barco y su tripulación hacia la isla donde guardaban el tesoro, pero esta vez otros eran sus planes: no iba a dejar que nadie se quedara ni una pizca de aquel tesoro que tanto le había costado conseguir, era suyo y de nadie más. Decidió dejar allí a toda su tripulación, abandonarla, asegurándose de que nadie más sabía el paradero de aquella isla, solo quedaba un pequeño mapa que guardaba en su despacho del galeón, “detrás del cuadro con un loro pintado, yo vi una vez como lo guardaba” decía mi abuelo.  
Pero el astuto capitán cometió un grave error pues ese navío no podía manejarlo una persona sola, no podía llegar muy lejos. Y así sucedió, se perdió en el océano Atlántico y nunca más se supo del pirata y su barco, tampoco de su tesoro.
¡Hasta el otro día! Mi hermano, Álvaro, ha encontrado su barco, o eso cree él… es igual que el que mi abuelo nos describía en sus historias.
Estaba de excursión, me llamó en seguida:
- ¿Sí, dígame?- contesté
- ¡Carlos! ¡Lo he encontrado! ¡Lo he encontrado!- gritaba mi hermano
- ¿Qué has encontrado el qué? – le pregunté desconcertado pues en aquel momento no sabía que me decía.
- ¡El barco! ¡El barco!- repetía con nerviosismo
- ¿Qué barco? No sé qué me estás diciendo… – Pues hacía años que mi abuelo me contaba esas historias y en ese momento no caía en la cuenta
- ¿Te acuerdas de las historias que nos contaba el abuelo? ¿Las del Capitán Palabra de Callo o algo así?- Preguntó, ahora sí, más calmado.
- ¿Quieres decir el Capitán Palabra de Palo? Esas eran historias que el abuelo nos contaba para dormirnos, no existió.
- Pues te equivocas, ¿te acuerdas del barco que el abuelo nos describía una y otra vez? Pues estoy delante de él. Ahora no puedo hablar más, estoy de excursión en un museo y te estoy llamando desde una cabina telefónica. Luego cuando llegue a casa te cuento más…- Concluyó y colgó el teléfono.
Me quede dubitativo, pensando en lo que Álvaro me acababa de contar. Al principio seguía sin creérmelo, pero cuando volvió de la excursión y me describió el barco que había visto, no había lugar a duda: ¡era el mismo barco! Pero había un problema, no se acordaba de cómo era el nombre del lugar en el que estaba el barco.
- ¡De verdad que no me acuerdo!- insistía Álvaro- aunque… quizás… ¡Pueda acordarme de cómo llegue hasta allí!, lo único que tengo que hacer es tratar de recordar el camino y tratar de seguir los pasos desde que salimos del cole…
- Pues venga haz memoria y escribe los pasos- le dije a la vez que le di un cuaderno y un bolígrafo, pues empezaba a impacientarme.
Álvaro cogió el bolígrafo, miró hacia arriba mientras sacó la lengua con aire pensativo y se puso a escribir:
Primero: Salimos del colegio dirección noroeste, por la avenida grande, en dirección a la estación de trenes con una gran cúpula, pasando por el paseo de una infanta cuyo nombre no recuerdo hasta llegar a la calle del que fue rey de España entre 1874 y 1885.
Continuamos un buen rato andando sin salirnos de esa calle mientras íbamos pegados al parque más grande de todo Madrid.
Segundo: Aquí no recuerdo del todo bien por donde torcimos, no estoy seguro si hacia la izquierda por la calle del autor de la obra “Laberinto de Fortuna” o por la del rey de España sucesor de Felipe III; pero sé que tomamos la calle nada más pasar una de las puertas del parque: ésta era de las más grandes y tenía unas escaleras que daban a la calle, allí nos sentamos a descansar un poco.
Pues bien, bajando por una de esas dos calles (cuando vea las escaleras de la puerta del parque sabré cuál es) hasta el final, a mano derecha, se encuentra el museo.
Tercero: Una vez sepamos el nombre del museo será muy fácil encontrar el barco: hemos de entrar dentro del “museo”, buscar la “colección”, y el navío es una de las “10 piezas clave”. ¡Ahí es donde está! ¡Sigue igual, como nuestro abuelo nos describía!
Rápidamente nos pusimos en marcha… debíamos entrar de cualquier manera y coger aquel mapa del que nadie sabía de su existencia.

Una vez tuviésemos el plano podríamos ir a buscar la isla del tesoro y descubrir todas aquellas joyas y monedas de oro que llevan siglos ocultas. (Continuará…)

2 comentarios:

  1. Hola soy 5c15 laura
    ya lo he averiguado el barco esta en el Museo Naval

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  2. ¡Exacto! Ahí es donde está. ¿Te costó mucho encontrarlo?

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